20 noviembre 2008

SENSIBLES ENCERRADOS


Mostraba su melodía inútil, ante un cielo cerrado que no la iluminaba. Pretendía sobrevivir en silencio, cuando los malos augurios intentaban morderle los tobillos, tirándola al piso seco para que su nariz se estrelle con las baldosas frías, y se ahogue en un solo grito desesperado.
Seguía sin producir efectos hacia el agua, y volvía a sentir sus piernas derretirse, sin control.
Una copiosa figura que desentonaba con el resto de las peli-largo que la rodeaban sin temor.
En situaciones como esta, solían correr a los hombros de alguien que las contuviese, pero ni el techo agujereado, ni las cortinas con olor a naftalina, les producía incomodidad. Mantenían los brazos largos al costado del cuerpo; pesados y moribundos.
Ella calculaba que pronto vencería las molestias (que se auto-inducían como inocentes) y terminaría por cerrar los ojos y dejar que el viento la despeine y la retuerza sin excusa alguna, más que la de la molestia impertinente de cada paz, cada tranquilidad.
Su no-miedo inmortalizaba aún más a las gárgolas de las columnas, identificadas como terribles súcubos invencibles a las almas sensibles.

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