29 diciembre 2007

CREACIÓN DE LA MURGA

ORÍGEN: ISLAS PASCUAS

OBJETIVO: DESENREDAR LOS CORDONES DE MI ZAPATILLA IZQUIERDA. CONSTRUIR UN BARRILETE TRICOLOR. REMONTARLO. SI NO HAY VIENTO, SOPLAR. HACER ANGELITOS EN LA HIERBA MOJADA. SACUDIR LOS BICHITOS QUE ME TREPAN LA PIEL. SOÑAR LAS NUBES. SALTAR 5 VECES PARA ADELANTE 62 PARA ATRÁS Y 62-5 PARA EL COSTADO. JUNTAR MARGARITAS. SI NO ES ÉPOCA, MEJOR QUE SEAN RAMAS SEMI-VERDES. CANTAR EN SILENCIO. SABOREAR LA LLUVIA INEXISTENTE QUE PERDURA POR LA TARDE. GARABATEAR VACAS PARA RELLENAR EL CAMPO. SENTARME. OLVIDARME. Y VOVER.

DE ELEGANCIA

Once minutos de baño,
tres de vestido
y medio de peinado.

27 diciembre 2007

CIELO Y RÍO

Salí del hotel un tanto triste a vagar por los caminos. Olor agudo de retama. Pronto observé los cardos en las laderas, en sus lámparas adormecidas, empezaba a quemarse la tarde. Puntas de tragedia en mi garganta y el receptor abierto. Entendí la peste. Los sapos están redoblando. Vi mi propia sombra muy alargada barrer las cicutas, la raíz del verso estaba presa. Corrí a mi alojamiento a buscar un lápiz, el viento me llevó el sombrero. Cuando subí a la terraza en donde daba mi habitación, cielo y río eran un desborde morado. Un pino los unía atravesando los celestes.
El verso dice: "El viento me llevó el sombrero".
(letra de un tema que me agrada, me agrada)

21 diciembre 2007

VIAJES Y CRONOPIOS

Emprender el viaje a casa, a cuestas del 60 de recorrido más largo puede resultar una pesadez incontrolable. Pero el de ayer (a pesar de haber llegado con frío y las 4.45 am.) fue entretenido. Claro está que sin mi compañero Ale, y sin nuestro libro, no hubiese sido lo mismo, y ahí sí, hubiese caído redonda, absorbida por el sueño y probablemente me despertase luego, descubriendo que mi parada pasó hace rato, y todo hubiese terminado mal.
Acá, las alegrías del cronopio, se convierten también en nuestras alegrías.


ALEGRÍA DEL CRONOPIO
Encuentro de un cronopio y un fama en la liquidación de la tienda La Mondiale.
- Buenas salenas cronopio cronopio.

- Buenas tardes, fama. Tregua catala espera.
- ¿Cronopio cronopio?
- Cronopio cronopio.
- ¿Hilo?
- Dos, pero uno azul.
El fama considera al cronopio. Nunca hablará hasta no saber que sus palabras son las que convienen, temeroso de que las esperanzas siempre alertas no se deslicen en el aire, esos microbios relucientes, y por una palabra equivocada invadan el corazón bondadoso del cronopio.
- Afuera llueve -dice el cronopio-. Todo el cielo.
- No te preocupes -dice fama-. Iremos en mi automóvil. Para proteger los hilos.
Y mira el aire, pero no ve ninguna esperanza, y suspira satisfecho. Además, le gusta observar la conmovedora alegría del cronopio, que sostiene contra su pecho los dos hilos -uno azul- y espera ansioso que el fama lo invite a subir a su automóvil.

(J. Cortázar)

19 diciembre 2007

KÆMPE BLÅ



Afuera todo era azul. Azul. Un gran desierto que se mostraba infinito ante mi. El cielo se mimetizaba con el hielo, y todo aparentaba ser un gran escenario del frío, pero yo seguía sofocándome.



13 diciembre 2007

GROTESCO

En los hilos que desbordaban del saco violeta, se distinguían inocentes orificios que marcaban un desconcierto agudo. Los resortes del final del pasillo ayudaban en la peregrinación de los soldados que poco a poco avanzaban retorciéndose las amígdalas. Dos pájaros miraban el espectáculo desde lo alto de las montañas de limones que yacían primordiales en un rincón del rancho. Ni la más vaga de las almas creería que las nubes se inflaban a causa de los efluvios de manzanilla, pero no descartaban la idea de que más guirnaldas disfrazarían con mayor agrado aquélla pocilga. El viento soplaba con fuerza, y los álamos bailaban en sentido norte. Los inquietantes soldados continuaban su marcha a la par de una sirena débil que llegaba de lo lejos del trigo. Las polillas habían hecho lo suyo, no quedaba uniforme en completas circunstancias, y por los pequeños agujeros se escapaban las camisas mal planchadas. Eran las mujeres las que miraban con desprecio de poca dedicación. Se chismoteaban unas a otras la impertinencia de los partidarios y orgullosas, relucían sus delantales blancos como nunca.
Siete discontinuos, y uno a la cabeza con un banderín de poco color. Marchaban. Hacían el ridículo. Desviaban la mirada hacia las jugosas naranjas colocadas ordenadamente en la mesa principal y se hacían los que dormían de pie. Solo faltaba medio metro, y se convertirían en menores soberanos de su propia piel.
Las aberturas se profundizaban al rayo del sol, y uno de los sacos entró en llamas. El revuelo fue tal, que los limones quedaron secos, desérticos en la hacienda de grises paredes.
No llegaron. Se vencieron. Y la luz llegó a su fin, mostrando únicamente aquellos hilos que despavoridamente asomaban las cenizas del suelo, queriendo ser lo que nunca llegarían a ser.

09 diciembre 2007

DILIGENCIA SUPERSÓNICA



CON LA SIMPLEZA DE LAS CASCARITAS RESECAS,
ENCIMADA A LA NOSTALGIA
QUE PERTURBA LOS SOMBREROS APILADOS.
DESEANDO SER PARTE,
SER ARTE.
IMPOSTERGABLE DENTRO DE LOS IMPERMEABLES
QUE CORROEN LA MIRADA.
MÁS PROFUNDO, MÁS-

05 diciembre 2007

WHAT IF

What if you slept? And what if, in your sleep, you dreamed? And what if, in your dream, you went to heaven and there plucked a rare and beautiful flower? And what if, when you awoke, you had the flower in your hand? Ah, what then?
(Coleridge,)

03 diciembre 2007

A LAS CAVERNAS


EN LA EDAD DE PIEDRA, LA GENTE SE MORÍA MUCHO PORQUE EN VEZ DE PAPEL PICADO, SE TIRABAN CASCOTAZOS ♦

29 noviembre 2007

AMOR ANARANJADO



Sus manos resbalaron y por un segundo lo dominaron el miedo y los latidos paralizados. La piel que ahora descubrían las yemas de sus dedos, había sido hasta ese momento algo inexplorado y silencioso.
Para su sorpresa, ella escondió sus pupilas negras tras los párpados, y los rincones de sus labios se tornaron en una sonrisa salada.
Cruzaron pensamientos a lo largo de ese instante congelado, mientras la cera se consumía en los candelabros de aquella oscura biblioteca.
Luego siguieron su camino, olvidando y disfrutando; sintiendo y descifrando.
Mientras el movimiento cesaba, ella largó un profundo suspiro y sus cuerpos se despegaron.
Otro enigma más.
Él se vistió de tranquilidad con el reflejo de la luna dormida y se despidió entregando un beso en la frente.
Hasta para sus almas la verdad era un misterio, quizás no, pero no creían que andar pateando hojas secas durante el otoño te podía regalar una compañía.
Sus miradas transmitían barro seco. Aquellas rajaduras profundas necesitaban de explicaciones para ser reparadas, pero la timidez y la inocencia no parecían ayudar.
Otra noche más.
Sus dedos se encontraron al pie del olvido.
No cruzaron palabras. Otra despedida más. Otro beso en la frente.
Un vestido blanco, eso era todo lo que él necesitaba; y ella… bueno, ella sentía su sangre satisfecha con el olor de su camisa sudada y de su cabello húmedo.
Había algo más? No, las palabras no las necesitaban, un beso o una mirada podía describir historias completas.
Otro superficial encuentro más.
Él la tomó de la mano y caminaron perdiéndose en la bruma.
Sus pasos se consumieron bajo el empedrado de las calles desoladas.
Cada tanto cruzaba un gato, y después otro.
El chirrido de la reja oxidada anunció el fin del tibio cuerpo junto a él.
Un beso en la frente.
El teléfono descolgado, las cortinas cerradas. Llave tras la puerta y taza de café entre las uñas.
Aquella mirada alcanzó. Todo se entendió.
Ya no llevaba el abrigo de otoño, ya no había hojas sobre el pasto. La nieve cubría los recuerdos, mientras él se despedía con una lenta maniobra ocultándose en la esquina.
(esto tendrá cerca de tres años, lo tenía olvidado)

28 noviembre 2007

ARVEJAS NOCTURNAS


Un huevo, una yema, unas.. 5 cucharadas de harina, una lata de arvejas (vale robarse unas previamente), una papa, pan rayado (lo que quede en el frasco) un poco de queso, y por último, sal y pimienta a gusto.
Era sábado a la noche, no estaba de humor para salir. Todos tirados en el sillón, sin que nadie se digne en invetar algo, y como mi estómago gritaba, algo tenía que inventar. Fueron esos los ingredientes que decidí mezclar para intentar hacer unas croquetas de arvejas. Los que pasaban cerca, miraban de reojo con expresión de asco. El que que quiere, come, y el que no, alpiste.!
Descubrí que las papas se toman su tiempo para decidirse a hervir. Con toda la pasta en el bol, faltaban sólo estas verduras, que se hacían rogar, desde el fodo de una ollita cubierta de agua en los 100º.
Todo listo. Una cuchara, y armando bollitos, dentro del aceite caliente en su respectiva sartén.
Mi hermano no probó. No le gustan las arvejas, mi viejo se rió. Y bueno.. no quedaba nadie más en casa. Para mi estaban ricas, y me comí unas 5.
Pero el momento que más disfruté fue el haber robado unas 13 arvejitas de la lata antes de mezclarlas con los ajenos.

27 noviembre 2007

DIME DE DÓNDE AGARRARME

SI EL TIEMPO CORRE,
Y EL SILENCIO CRECE.
SI LA LUZ SE APAGA,
Y EL VIENTO AMAINA.
SI HOY YA NO ES AYER,
Y LA MÚSICA QUEDA OLVIDADA.
SI LA SONRISA SE BORRA,
Y LOS DIENTES SE CLAVAN SOBRE EL HOMBRO.
SI LAS PIEDRAS DESVÍAN,
Y DEL AGUA CRECEN LÁGRIMAS.ASÍ SE PREPARA A SENTIR LO PEOR. LA PASTA AHORA SE CUBRE DE ACEITE Y LAS ESPONJAS SE DESHINCHAN. SOBRE EL COLUMPIO: EL AIRE, Y SOBRE SUS BRAZOS, NADIE.

24 noviembre 2007

CONCLUSIÓN CABELLOSA

El mundo gira sin vergüenza en torno a todos esos infundios sobre la obsesión de la mujer respecto de su apariencia, especialmente cuando se trata de su pelo. Pero sin embargo, doy fe de que fueron pocas las personas que volcaron su atención en aquellos señores a los que la calvicie se apodera sin prejuicios sobre sus cueros cabelludos (o cabellosos). Porque es ahí cuando toda esa certeza de belleza cambia de posición y de sexo, trasladándose así a que sean los hombres (y no las muchachas), los que llevan un peine (de esos baratos y de plástico que se compran en cualquier farmacia de barrio) en el bolsillo trasero del vaquero o en el frontal de la conocida camisa a rayas; y lo sacan a la luz a cada momento pasándolo apresuradamente por su cabellera insólita, mientras que una mano acompaña, alisando al compás, y mientras tararean al ritmo de “mi barba tiene tres pelos”

22 noviembre 2007

OM DÉN LAND JEG SAVNER


I dag har jeg lyst til at skrive på dansk. Måske er der fordi det regner helt vild meget udenfor, men måske kan de også være fordi i den her uge har jeg virkelig savnet den lille land der stor nord-på Tyskland. Den land, som kalder DK, og som har den fedeste "GYM- fest" y hele verden. (jeg kan nu huske dén gang, omkring jul, da jeg var ned i Randers, sammen med mechi, og hendes skoles fest (halloween, tror jeg) og vi fik røv fuld med en lorte caramel vodka)

Det er da jo så syndt og underligt at tænke på alt det her: Den pisse fly rejse, den første gang jeg gik ned til Bjerringbros STØRRE by, og BG også (jeg troede ikke at komme ind på en ny skole i dk, vil være så svært), det tre forskellige familier jeg har boede sammen med, den flotte skovener i har, den LORTE CYKLE HJELM.!, den bedste ØL, aldrig.(Turborg, sikkert.!) snif
TRIST, TRIST, TRIST.
Er der ikke nogen som vil gerne kom tilbage sammen med mig¿ ikke for et helt år igen, men kun for et par uger eller et par måneder.! Desværre har jeg ikke penge til det, men jeg lover at jeg vil tage tilbage og har det mega godt som sidste år.

Øv! det har været en skid fedt år. Jeg lærte at kænde mange mennesker som jeg vil adrig glemme, og som jeg savner hver dag.

20 noviembre 2007

UNA PESTAÑA Y UN CIERRE




Carga la mochila
Y enciende los pies.
Camina y encuentra,
Jamás pestanea.
Sentada, impaciente,
Vuelve a encontrar.

Un papel enrollado
Tres palabras y un mundo,
Dos ojos e incertidumbre.

Pronto se alejó,
La mochila, dejó.
La niebla la devora
Y un cierre espera.

16 noviembre 2007

HISTORIA DE MIS ACELGAS.

Más de uno me ha preguntado el por qué de mi mezcla, de la verdura verde con el ave (no verde). Se podría decir que hay una explicación, pero resulta ser demasiado vaga y estúpida. Y es ese el motivo por el cual, simplemente exclamo: “no hay razón”. Además, uno se cansa con facilidad de repetir las cosas, y más, cuando se sabe que tu respuesta o comentario, no va a repercutir demasiado en el interesado. Pero dentro de ese mejunje de personas preguntonas, hubo una que no se conformó con mi desinterés por responder, y me pidió entonces que invente una historia o una explicación más ostentosa. Helo aquí.
Voy a empezar por intentar transmitir lo que mi chiflada entelequia decide crear cuando se piensa en dicho término.
Sencillo. Un buñuelito de acelga (como aquellos que prepara mi madre, y que nunca degusté), con la cabeza de una paloma chiquita (pero no de esas que se ven en Plaza de Mayo, si no, de esas que nos enseñaron a hacer con arcilla en el colegio, los músicos provenientes del Perú que nos visitaban anualmente, y que luego colgaríamos sobre nuestro cuellos infantiles). Las patas las pinto como dos alambrecitos de alpaca, graciosamente chuecos.
Acabo de darme cuenta que mi paloma no tiene alas. Será mía siempre, no volará. Claro está, que puede salirse con la suya, puede salir andando, pero probablemente no tenga mucho éxito (como aquella tortuga mía que se hizo la viva, se escapó, y se terminó ahorcando con una red), y más con esas patas flácidas que le inventé.
Todo surgió en un viaje en colectivo, arriba del dichoso 152 que tomo todos los miércoles para ir y para volver del casco histórico de San Telmo. Estaba volviendo y llovía. Ya se que yo estaba dentro del colectivo, pero igual el agua me había agarrado y me encontraba bien mojada (y temblaba). El núcleo del invierno nos envolvía completamente en aquellos meses de junio y julio. Calzada circular, La Rural, El botánico con sus infinitos gatos, feria de libros usados cerrada (por la lluvia, claro). Alguien toca el timbre, pide bajarse y, cumpliendo con su deber, el colectivero frena el vehículo, abre las puertas traseras y en consecuencia, el pasajero se deshace de la humedad interna del atiborrado transporte. Mientras tanto, mis ojos se pasean por las veredas inundadas. En eso, diviso una pobre paloma, estática, congelada, escondida entre las figuras arquitectónicas de la cuadra, deseando (me metí en la mente del pobre bicho) que fuese verano, y que alguien le diese un poco de pan o de alpiste (perdiste). Ese mismo mediodía, yo había almorzado unos riquísimos buñuelos de arroz que mi abuela me había preparado con mucho cariño y dedicación, y no me pregunten por qué, se me cruzaron por la mente en ese instante tan dichoso. Pero los transformé. De amarillos amarronados, pasaron a ser de un color verde viscoso, y como las horas de sueño habían sido pocas (excusa barata), se me mezclaron las imágenes. Y pobre de la paloma, le tocó la peor parte. No debe ser agradable que te confundan con una pasta a base de acelga, huevos y leche. Imagínense, si no, su cuerpo total e irregularmente redondo, mientras que sus extremidades (tales como brazos y piernas) se transforman en alambres fácilmente flexibles, tediosos e inapetentes. Supongo que saldrán corriendo, gritando, y con las manos bien abiertas, abanicando el inocente aire, como lo haría yo, mientras me pierdo en esta ciudad que te configura la imaginación que nos fue concebida, a su manera.

15 noviembre 2007

7•28


TOMAMOS EL TREN /
DE MAÑANA, /
Y EVITAMOS LAS MÁSCARAS /
DE FIDEOS APRETADOS. //
REMONTAMOS BARRILETES, /
TOMAMOS SOPA, /
Y TE QUEMASTE. //
APLAUDIMOS A LA LLUVIA /
SORPRESIVA, /
Y DISCUTIMOS SOBRE LOS RESORTES /
DE TU ESPALDA. //
NOS ABRAZAMOS, /
NOS MIRAMOS, /
SABIENDO QUE NO HABÍA /
MÁS GUIRNALDAS /
EN LAS VEREDAS COMPACTAS. //
ELEVAMOS LOS CODOS, /
Y COINCIDIMOS LOS DEDOS, /
PARA ASÍ SEGUIR JUNTOS. //
INVENTAMOS SERENATAS /
DE CARACOLES VIOLETAS, /
Y PASEAMOS POR EL MONTE. //
AGREDIMOS A LAS /
PALOMAS DEFORMES, /
Y SENTIMOS UN ALIVIO CULPABLE. //
SUBIMOS AL CAMIÓN /
POR LA NOCHE, /
Y EVITAMOS /
EL BRILLO DE LOS OJOS. //
NOS DESPEDIMOS /
EN LA PROFUNDA OSCURIDAD DEL SILENCIO.///

10 noviembre 2007

ME PUSE CONTENTA

Encandilada por el abismo de las mandarinas podridas que me llaman en voz baja, casi susurrando, suspiré. No es esto lo que me calma la ansiedad, pero aquellos remolinos son de gran ayuda. Es que no es fácil amarrarse a las paredes mientras algún jugo de remolachas es exprimido en una terraza cualquiera.
El helecho de mi jardín me pidió encarecidamente que no lo toque. Pasó ayer. Hoy en día, ya ni las plantas confían en las manos ajenas. Lo miré raro, me dí la vuelta y volví a entrar a la cocina, donde había merengues tirados por todo el piso. No sé cómo llegaron a quedar así. Seguramente el viento haya ayudado. Intentaba hacerme cargo de la rayuela de la vereda, pero las tizas verdes no me agradan. Preferí hacerme cargo de tu luz, y con unos ravioles de jamón en la heladera, celebramos la primavera.

08 noviembre 2007

BAILA, PLUMAJE INCOLORO.


el rincón marchito,
accidentalmente absurdo.

pierde un cielo imaginario,
real humildad desordenada.

manjar de silencio profundo,
sucio, viste curiosidad.

compacto en la frialdad,
cruda ranura de duda.

el tiempo aguarda enredado,
cose tempestades amorfas.

plumaje desecho,
visible extremo descolorido.

al invierno desfigurado,
jardín inexpresivo.

03 noviembre 2007

UNA CUBETERA REBLASA.


Saboreando todo momento de coalición enredada, deseando que ese isnstante se transforme en eterno, bajo la luz negra del sol. Almacenando corridas entre la espesa lluvia pegoteada y libertina. Algo de todo esto se escurre entre nuestros brazos. Una selva de saltos, quizá. Probablemente también nos estén aguardando en la esquina asimétrica que enfrenta la mejor de las soledades, pidiendo a gritos ser pisoteada.
Crucemos. El semáforo nos favorece por siempre. Merodeemos los suburbios descifrando los místicos ladrillos que nos acompañan en el recorrido hacia.. hacia dónde?
Hoy nada nos persigue, asi que tarareemos este rumbo a nuestro propio ritmo, y así capaz lleguemos a recónditas palabras que nos purifiquen el aire.

26 octubre 2007

ACTITUD CREATIVIDAD

La noción del mundo desaparece tras los párpados cerrados, en un ambiente inocente, en donde lo único que se hace oír es el suspiro que sale de tu alma y cuerpo, como queriendo escapar de presiones y ataduras, haciendome valer por cada centímetro de piel que me fue concedido, la propia identidad; entrando así en un estado de nula persepción más que la personal: el indecifrable mundo, la inagotada respiración totalmente relajada, con el peso del cuerpo volcado unicamente en la planta de los pies y el cuello, acompañando el ritmo del escaparse personal..

15 octubre 2007

LOS GESTOS INTERIORES.


Como olvidándose de los mapas. Como si las hormigas que subían por su falda no le importasen ya, involucrada en aquel laberinto de pueblos perdidos y libros olvidados. Como si lo único presente a ella fuese un campo de margaritas silvestres. Como tarareando un sinfín de poesias inconclusas. Como recordando las tardes de verano en las que solía columpiarse hasta que el sol desaparecía. Como hipnotizada, capaz. Como revuelta en trapos, bichitos de luz, y algún que otro cuaderno de mamarrachos. Como con una sonrisa siempre presente. Como bicicletas que van y vienen, sin rumbo alguno, más que el de destinos inciertos. Como palabras sueltas que hacen sentir bien, hacen imaginar y descifrar.
Así, simplemente así.

12 octubre 2007

GUMMIBOTAS



botas de goma al cine/ botas de goma sin medias// botas de goma azules/ botas de goma en la puerta// botas de goma con poca lluvia/ botas de goma y mucho barro// botas de goma gomosas/ botas de goma de escasa historia// botas de goma esperando/ botas de goma, vos y yo//

11 octubre 2007

MOSQUITOS, O PECES¿


sublibélulas,
caballitos de pica

SÓLO ESO.

sólo quiero estar entre tu piel.

08 octubre 2007

EGGS Y PAN.


Media docena de huevos y un cuarto de miñones era lo que me hacía despegarme del pasto todas las tardes. Mi instinto me lo recordaba a tiempo. Separaba mi camisa arrugada del mundo verde y caminaba mareado hacia la humedad de la cocina, las monedas que se encontraban dentro de la heladera viajaban al bolsillo trasero de mi pantalón. Cruzaba la puerta principal, asegurándome de que ninguna mosca perdida entrase para después revolotear tras el vidrio pidiendo su libertad.
Me producía escalofríos pisar las baldosas silenciosas y muertas, y es por eso que me equilibraba paso tras paso por el angosto cordón. Mi nariz apuntaba al cielo, mientras los párpados me servían de cortina contra el viento y las nubes. Mi mente no hacía otra cosa que contar los pasos que restaban hacia la meta, y mientras tanto, el silencio de la siesta me aireaba por completo. Tres, dos, doblaba a la derecha. Una canción entera, unos centímetros de cordón roto, cinco más y ya había llegado. Abría los ojos, y a grandes zancadas me escabullía hacia el interior del almacén. Mi compra se encontraba siempre lista, dentro de una bolsa de plástico, colgando en un rincón. Ya lo dije antes, era la hora de la siesta, y el único alma vagando por las calles desiertas del pueblo era la mía. El almacén quedaba abierto por mí, aferraba la orden dentro de mi puño, depositaba las monedas sobre el mostrador y emprendía el camino de regreso, al igual que lo hacía a la ida, pero contando de atrás para adelante.
Mi casa vacía esperaba, y yo me hundía en ella respirando con fervor y paciencia.
Los huevos los descansaba sobre una canasta debajo de la mesa y el pan, tras la puerta que daba al patio. Y era así como seguía con mi rutina, me dirigía hacía el exterior, con un vaso entre mis dedos, y lo llenaba con el agua que había noche y día resbalando de la palangana del fondo. Lo vaciaba en mi garganta y me dejaba caer nuevamente entre la hierba. Rodaba un rato y luego me detenía. Mi única compañía era el silencio y lo disfrutaba hasta su fin. Me hacía pensar y comprender, viajar y regresar, inflar y desinflar.
Luego el cielo se iba oscureciendo y el movimiento iba aumentando. Mi casa ya no era más mía. Gente circulaba sin temor y discutía tras el ocaso. A mi me disgustaba el atardecer y su vida. Me apoderaba de mi silencio y me lo llevaba a los callejones más quietos. Permanecía ahí hasta que la luna se escurría. Volvía y mi plato se encontraba sobre la mesa, la comida fría y el pan caliente. Comía sin ganas pero con necesidad. Al terminar me levantaba y me acurrucaba contra una de las paredes heladas y frívolas.
Al despertar ya todos habían tomado su rumbo, yo salía al patio y recobraba vida. Una y otra vez, día tras día. Lo que nunca entendí fue porqué las monedas se guardaban en la heladera y de qué servía la media docena de huevos diarios.

05 octubre 2007

RULOS AL VIENTO, PIES EN EL BARRO


Sintiendo las amontonadas gotas de agua tras el vidrio y con los ojos siguiendo las líneas del libro que tiene entre manos, se deja llevar, a través de la ciudad, alejándose de ella, en un colectivo atiborrado de gente cubriéndose de la lluvia y trasladándose valla a saber uno a dónde. Se aprecian malos gestos, gruñidos, pero ella no es parte de ese teatro, por el momento sólo se encuentra cubierta de nuevos lugares, nuevas palabras, y un dolor en la espalda que descubrirá más tarde.
Una loma de burro la distrae. Muchos hacen fuerza con los puños o con las piernas, intentando no deslomarse en el suelo tras la abrupta sacudida. Una anciana tapada de bolsas es la única en no lograrlo, y cae sobre la superficie mojada provocando un ruido seco y llamativo. Como parte de una reacción conocida, unos dos hombres la ayudan a ponerse en pie mientras que un tercero, intenta recoger las bolsas desparramadas entre la multitud. Listo. Todo sigue. Nada pasó.
Ella vuelve con su libro. Vuelve a perderse. A pocos minutos, enfoca la vista en el más allá y una estación de servicio en ruinas le avisa que su parada se aproxima. Compone su figura, pide permiso a la mujer de al lado y se encamina hacia la puerta, zigzagueando en ese laberinto de húmedas pieles y humores desganados. Su pulgar presiona el timbre que, con un chillido prolongado, avisa al chofer que quiere deshacerse de esa pantomima.
Nadie la acompaña, el único par de pies acariciando el asfalto son los suyos. Son tres las cuadras que tiene por delante en ese aspecto. Después, llega lo mejor. El momento de doblar a la derecha, el de agacharse, sacarse las sandalias y dar los primeros pasos por aquel mar de barro gomoso que la hace balancearse sin dominio. Una sonrisa invade su rostro. Con lentitud, pero con placer, atraviesa esa cuadra y media solitaria, dejando que la tosca se escurra entre sus dedos, produciéndole una sensación que probablemente sólo ella entienda. Qué más da? Con quién compartirlo? Ese espacio le pertenece, le habla, y la hace avanzar como queriendo no hacerlo, como suspirando a cada paso que su destino se acerca. Amagó con perder el equilibrio un par de veces, pero solo fueron puras intuiciones. Llega. Su casa. Tres días sin verla. El jazmín de la puerta la hace mantener la sonrisa esa que nadie ve, pero que se siente. Perfuma la tarde gris. Antes de entrar, enjuaga sus pies en una regadera repleta de agua que en seguida se torna marrón. No espera a que se sequen. Entra. Encuentra a su madre sacando unas galletitas de queso del horno, roba una, y sube a su cuarto, dejando caer la mochila, el buzo y la carpeta en el acolchado rayado. Aprecia con la mirada esas cuatro paredes rojas, llenas de momentos creativos y baja por las escaleras que momentos atrás subió dejando libre un escalón de por medio.
Intercambia palabras. Cuenta sin muchos detalles sobre su semana, y se siente en casa nuevamente, olvidando esos destinos inciertos que le intrigaban durante el viaje, y suspirando una vez más, acordándose que es viernes y que ya todo queda olvidado por unos días.

02 octubre 2007

OCTUBRE

¿Qué es lo que espera octubre de mí y de la humanidad?
O, ¿qué es lo que la humanidad y yo esperamos de este octubre?

01 octubre 2007

LLUVIA SIN TRUENOS.


Esos grandes trueno y rayos que me despertaron a las 4 de la mañana pensé que iban a durar todo el día, pero no. Sólo invadió esa lluvia aburrida, sin mucho que decir, que lo único que me provoca es desgana y me obliga a tirarme en la alfombra verde de mi cuarto, a escuchar un poco de blues, prender un sahumerio de vainilla, leer mafalda o escribir algúna que otra línea.

Mi madre tapa la lluvia instalándose en la cocina, tras montones de huevos, harina o manteca.

Mi hermana tiene la suerte de haber escapado de todo esto. Una semanita en Córdoba, lejos de todo. (espero que de la lluvia también)

Mi hermano en el colegio, pretendiendo estudiar mientras no hace más que mirar por la ventana o dormirse entre sus brazos.

Mi padre, trabajando, como siempre. Llueve o truene.

Y mi gato, bueno, en la misma que yo, escondido bajo el techo, evitando el agua, y panza arriba.

Y ahora, solo espero la tarta de choclo que huelo de fondo. Como para terminar el día.

Espero que mañana tome un poco de color la lluvia esta. Callendo como se debe: con ruido, luces, destellos, viento y todo lo que la hace interesante, o llendosé, y dejando al señor sol que brille tranquilo.

29 septiembre 2007

CON LAS MANOS FRÍAS



Con las manos frías, un mimo.
Con los labios secos, una ventana.
Con mil hojas y palabras, un recuerdo.
Con un alma imaginaria, un titere.
Con apuro y valijas, un tren.
Con imágen y alas, un árbol.
Con angustia y soledad, un rincón.
Con oscuridad y misterio, un enchufe.
Con los pies en el agua, un vestido.

Con nada entre los dedos, el olvido.

04 septiembre 2007

DÍAS DE GLOBOS


El ambiente siempre tenía un aspecto cálido gracias a tu carácter risible. Jamás agotador. Con cada luna grasienta, tu cáscara y corteza resplandecían y me producían ceguez temporal, la suficiente como para rendirme bajo tus pies.
Insistías con realizar locuras mientras que, las paredes manchadas de humedad afectadas por la pérdida de consistencia, te transmitían impaciencia. Generalmente optaba por detenerte, o por lo menos intentarlo, con el fin de no interponerme entre la paz de los vecinos. Siempre me vencías, y en mi mente leal, admito el placer que me provocaba verte en ese instante de reflexión díscola y arrugada.
Tu clavícula solía humedecerse y coexistir a la luz de la vela, haciéndote ver más flexible en la profundidad de mis pupilas.
Manteníamos una relación inocente, pero sospechábamos que no nos alcanzaba. Te aburrías fácilmente de la misma rutina diaria, y yo, bueno, yo me habré quejado más de una vez del sopor que crecía incansablemente. Sin embargo, más allá de la desgana, no permitíamos someternos a la oscuridad ineficaz.
Me acuerdo que pasábamos tardes vaciando nuestros pulmones hasta agotarlos, solo por tu simple capricho de querer nadar entre globos y cintas. Me hacías correr de un rincón a otro buscando algo que nunca llegué a comprender, y hasta hemos desperdiciado atardeceres bajo el techo del departamento por tu pánico a las palomas del parque. Repetidas veces tuve que salir apurado hacia el almacén de la esquina para reponer el peine que se había perdido bajo tus rulos intensos y enmarañados.
Hemos concluido días enteros con el valor de la presencia mutua, podría decirse que hasta meses, pero nunca los suficientes.
Palpaba tu autoestima humilde todas las madrugadas, al implantarte frente al reflejo del espejo. Terminaba por convencerte sobre la delicadez de tu cuerpo y alma al ver que, insólitamente, una lágrima destrozaba la perfección de tu piel seca.
La escena de nuestro encuentro no la recuerdo claramente. Tengo una imagen fugaz de haberte distinguido entre la multitud apurada algún día de lluvia de un otoño cálido. Y luego, espiándote entre las cortinas apolilladas de un café de barrio. Nada más.
Y después pasó lo que supongo que tenía que pasar. Intercambiamos ideas, risas, y hasta hubo alguna confusión. De repente te tenía en mis brazos mientras olvidaba el entorno y me focalizaba en tu belleza singular.
Tus actos y tus reacciones me hacían dar una idea de que vos también te deleitabas con nuestros momentos, a pesar de que no lo admitías fácilmente. Siempre fuiste algo tímida, pero con migo, las cosas no se quedaban encerradas ni escondidas por mucho tiempo. Al parecer, teníamos los mismos signos y nos comunicábamos del mismo modo, algo que jamás pude encontrar en otra persona. La invisibilidad de tus pensamientos solían quedarse opacos frente a la intensidad de gravedad que presentaba mi estampa.
Y así fue como las horas fueron desgastándose. El trabajo te mantenía ocupada gran parte del tiempo, pero más allá de eso, lamentablemente, mi cuerpo empezó a desmoldarse con la adquisición de alguna enfermedad que ni los médicos identificaban. Tenías miedo de algún posible contagio y te las rebuscabas para elaborar ingeniosos pretextos que nos hicieran mantener distanciados. Conocía la verdad, pero tampoco me agradaba la idea de exponer tu vida frente a un arriesgado trato. Además, me regocijaba el respeto que existía entre nosotros, por ese motivo, prefería que me carcoma el silencio, sabiendo que en mi interior me asfixiaba. Nos veíamos con muy poca frecuencia, y de a poco, esa frecuencia optó por desvanecerse en la ignorancia.
Me escribías algunas líneas de vez en cuando, pero no puedo admitir que era lo mismo que tu presencia. Me hubiese complacido dedicarte unas palabras como respuesta, pero nunca dejabas dirección a la cual podía dirigir mis ambiciones y revelaciones aturdidas. Debía conformarme con descargarme frente a la nada.
Pocos meses después, me anunciaron el reestablecimiento de mi salud, pero ya era demasiado tarde. Conseguí armar tu destino con las diferentes historias que volaban sobre el vecindario. Te encontrabas en Europa. Muy lejos de acá. Supuse que ya no valía la pena salir a tu encuentro. Me arrepentí.
Mis días se ensuciaron de vacío y ya no me acompañaba nadie que jugara con mis sombras. El desorden de mi vida era casi irreparable. No lograba encontrar una salida sana dentro de aquel laberinto inmenso que perturbaba mi mente. Volví a enfermarme. Ahora desperdicio los segundos sentado en el suelo, aquel suelo que una vez te perteneció, aquel suelo que una vez estuvo pintado de tiza e ilusiones, aquel suelo que hoy ya no vale nada.
Dejaste que mi cuerpo se pudra en el desierto de mi arrogancia desválida.
Mis últimos días no parecen llegar, todo indica que estoy destinado al sufrimiento como encuentro terminante. Ya me resigné y no me queda nada por perder. Haberte perdido terminó con mi desgaste.

26 agosto 2007

EL CIELO SE CAE



Sola y sin paraguas,
Corre.
Su cuaderno de mamarrachos,
Desparrama tinta y confusiones.
Se perdió.
El chico del tronco,
Frágil como un titere,
Sus piernas cansadas,
Sus manos despiertas.
Entre sueños tararean,
Cámara de fotos sin funda,
Dibujan entre líneas,
Y vuelan entre libros.
Esta vez el cielo,
Gris, plateado, interminable
No importa,
Escondete que se cae.
Un colectivo,
Tres paradas y yo me bajo acá.


24 agosto 2007

DAGBOG FRA MIN CYKEL


Jeg er så glad for min cykel.

For nogle år siden, fik jeg en røde cykle, det er ej en almendelig cykel, men jeg vil ikke sige hvorfor, ellers vil i grine af mig.

Sidste uge gik jeg inde i byen og så pludselig cyklede en stor dame forbi. Hun var vel på min farfars størrelse. Jeg stod helt stille, forbavset over, hvordan hun var kommet op på den cyke. Jeg vil sige Det var ikke noget kønt syn (jeg skammede mig over at tænke sådan), og senere på dagen derhjemme sagde jeg til min mor, at aldrig skulle nogen grine af min store bagdel på en cykel :)

21 agosto 2007




UNA YAPA AUDITIVA. ♪

20 agosto 2007

VELA



El aire ahora se impregnaba de un olor seco, al quemar un fósforo para encender la vela que se
encuentra frente a mí. Un cilindro de cera blanca de baja estatura e importante grosor, está
adornado con una flamante llama, lo suficientemente poderosa como para brindarme un
abundante clima, de escasa luz y sombra dominante.
La parte superior va perdiendo su forma inicial, al ser calentada por el fuego y dejando a la vista una pequeña cantidad de cera derretida, posando sobre la todavía sólida.
La llama, ahora queriendo crecer, descansa sobre un pabilo en principio blanco. Al haber sido abrazado por el fósforo encendido y luego provocar una imitación sobre su propio cuerpo, tomó un color quemad oy oscuro, adornado con dos puntos naranjas al final. La forma recta que poseía antes de ser víctima del fuego y el calor, también había desaparecido, su extremo se había entumecido hacia el frente, dándole a la llama un mejor sostén.
El círculo de transparencia derretida ahora es mayor, el pabilo sano se divisa en su profundidad, con increíble paciencia.
Miro a mi alrededor. No todos los objetos de la habitación se distinguen con claridad. Me he colocado en un rincón y la vela se encuentra a pocos centímetros de mis ojos. Fue colocada en una base de vidrio, brindándole protección a las sábanas que se encuentran bajo suyo.
La llama sigue creciendo, devorándose el pabilo inocente. En torno mío se distinguen montones de fotos viejas y ajenas, enrollándose en los extremos a causa del descuido. Más cerca mío, descansa la caja de fósforos, sin pretenciones. Al alzar un poco la mirada encuentro un calendario de cuenta regresiva , dos fotos más y una grulla de papel, sostenida de un hilo de coser bajo una repisa vacía.
Resbala la primer gota de cera, petrificándose antes de llegar a la superficie de vidrio.
Sigo desviando la vista y pronto se me aparece el pequeño trozo de madera que me ayudó a encender la vela, con su extremo quemado e hinchado. Más allá encuentro otras dos velas, reposando en la frialdad, tras vasos de vidrio grueso y enano. Distingo un mapa de Australia, tapando la puerta de alguna conexión eléctrica, según mi suponer.
No se produjeron muchos cambios en el material que me brinda luz. El fuego sigue inquieto, interrumpiendo el aire y ganando confianza. Su color indefinido en la punta, y gris y azul por debajo me encandila las pupilas y hace que penstanée varias veces al retornar la mirada al papel.
Las sábanas bajo la escena sufren una leve suciedad en la superficie blanca, migas de goma de borrar y algún que otro pelo de gato también se divisa.
El cráter de cera fundida continúa ampliándose mientras una melodía indefinida y el pasar mojado de escasos autos llega a mis oídos. Tras los cristales de la ventana se tiñe un manto negro en los hombros de la noche.
Y mi vela sigue consumiendose. Las sombras bailan al compás de la llama intranquila, que cambia bruscamente de forma con cada uno de mis suspiros.
Si bien el fuego sigue ardiendo, la cera parece tomarse su tiempo, resistirse al calor, no dejarse vencer tan facilmente.
Un suspiro más. Un baile desplomado más.
El fuego desmechado domina con más valor el cuerpo del pabilo, tornándolo de un negro potente y llamativo en la vela blanca. Los dos puntos naranjas ahora forman uno solo y de mayor tamaño, produciendo así una imagen de poder.
La música que antes me susurraba al oído se apagó y lo único que ahora llega a mis oídos es el pasar de los segundos de un reloj perdido en la oscuridad, pero nunca olvidado.
Me pongo a pensar en la vela, mientras esta se sigue consumiendo. Muchos recuerdos no me trae, más que las tardes de lluvia de un domingo aburrido, o los días en que por problemas también de lluvia o simplemente eléctricos, la luz desaparecía, dejándonos en penumbras, mientras corríamos a buscar faroles o pequeñas velas para alumbrar la casa, de repente tenebrosa. Más que eso, para mí una vela sigue siendo una vela; un material de relajación, de amor, de iluminación, y en los momentos de infancia, de diversión.
Vuelvo a posar mis ojos sobre aquel objeto. La mecha se va desarmando con disimulo y el fuego se refleja en la pequeña superficie de cera derretida.
La llama logra alargarse y cobrar un aspecto juvenil. Realiza movimientos dóciles con más frecuencia dejando un reflejo plateado sobre mis palabras.
No volvieron a resbalar gotas de cera, el acto se está tomando con más tranquilidad, y el fuego egoísta predomina la escencia.
Ahora empiezan a caer gotas de agua sobre las tejas y la ventana. Intentan desconcentrar el ambiente, pero no obtienen tanto triunfo como el sonido de un auto al recorrer el asfalto mojado y silencioso. Mientras tanto, la vela sigue en su lugar, ajena a todo, y son mis ojos los que quieren cerrarse. La llama parece estar más despierta que nunca, formando sombras a lo largo de sus alcances.
Los segundos se siguen escuchando y la vela se sigue consumiendo, como sabiendo lo que hace, como cumpliendo una rutina inevitable.

17 agosto 2007

PUENTE


Cruzabas el mismo puente doce veces al día. Las he contado. Lo cruzabas con el sol del norte o del oeste. Lo cruzabas con o sin paraguas, aunque preferías no llevarlo y así experimentar las delgadas pero pesadas gotas de lluvia acariciando tu piel. Lo cruzabas lentamente, girando la cabeza primero hacia la derecha y luego hacia la izquierda. Lo cruzabas después de haberte asegurado de que no había nadie más sobre él, ya que el perfume de los demás te distraía y robaba el aroma del río casi seco que corría sin descanso. Lo cruzabas para ir a la plaza o el teatro, pero lo cruzabas, y se notaba que lo disfrutabas, así como uno disfruta el sonido del viento al despeinar aquellos altos árboles. Solías cruzarlo descalza, deteniéndote antes de empezar la travesía para desnudarte los pies y apreciar el frío adoquín sobre tus tobillos. Lo cruzabas reluciente de alegría o perdida en la tristeza, pero siempre segura de vos misma. Lo cruzabas haciendo una pausa en ciertos punto para recoger alguna piedra, hoja, pelusa o flor que encontrases allí. Lo cruzabas con una elegancia marchita y especial. Lo cruzabas también esquivando charcos, o a veces saltando sobre ellos con real placer. Lo cruzabas perdiéndote en la bruma de las mañanas y brillando bajo el resplandor de la noche. Lo cruzabas tarareando siempre la misma melodía inventada. Y lo cruzabas olvidándote que lo estabas cruzando.
Hace semanas que no te veo más, pienso que habrás encontrado un nuevo puente, o que simplemente te has cansado; pero gastaría la mejor de las estrellas en verte cruzar el mismo puente que yo conozco, una vez más; solo que esta vez sabiendo que estoy a tu lado y que bajo mis brazos camina aquella figura que siempre observé de tan cerca, pero a la vez, de tan lejos.