Soplando siquiera,
desde el remoto cubículo,
que añora nuestro desdén.
Sintiéndonos frágiles,
bajo la niebla
que cubre cada rincón.
Desde aquella impertinencia,
aquel olvido,
ya no hay pétalo
que quede en pie.
Y sólo es tu alma,
la que se desborda
de remordimientos.
23 marzo 2008
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