08 marzo 2008

TÍTERES


Me susurras que te gustan los títeres. Adoras su capacidad de enredar voces, inventar historias con finales felices (donde se toma té con limón a cualquier hora) y hasta te hipnotiza la idea de que puedan cobrar tanta vida al igual que un abrazo regalado o una canción inventada.
Simplemente me encanta acurrucarme en un rincón para así prestar atención a tus movimientos a veces descarados e infantiles. Disfruto verte sonreír en tus adentros, sin poder disimular que mientras la tarde desaparece y el mate queda olvidado sobre la mesa, tu memoria te va trayendo lentamente de regreso a las cuatro paredes que nos rodean, como clavándonos los ojos en la nuca, mientras te haces el desorientado intentado poner en su lugar la camisa arremangada con desprolijidad y confusión.
Muchas veces he tenido que soportar tus caprichos, pero los dos sabemos que muchas otras me he entregado al placer y poder de tu locura, y luego, tras haber recobrado la cordialidad disimuladamente, volver a casa con alivio, como si aquél títere que minutos antes había compartido mi personalidad, me hubiese estado hablando con tal naturalidad que luego asustaría de tan solo pensarlo. Pasan tantas cosas durante el momento en el que uno se deja llevar completamente, como si lo demás no le importase ni a él ni al cielo (sólo que muchas veces él forma parte de este ritual). Sucede que nos sentimos flexibles, capaces, para luego descubrir que nos cuesta cruzar el puente descalzos y solos.
¿Cuántos personajes inventamos? ¿Mil, capaz? Cada uno con su filosofía y respeto, por más enmarañado que haya resultado.
Suele suceder, como ha pasado esta tarde, que no quieres enfrentar lo de siempre, sentís las ganas de lo nuevo e inexplorado. Me invitas al parque. ¿Ya es una cita?¿De qué serviría?, nos encontraríamos tras los árboles, buscando cortezas jamás antes vistas, correríamos al ritmo de las mariposas, para luego terminar con la nariz al cielo, agotados de la luz y de las hojas, mientras nuestras espaldas humedecen al ritmo de la hierba sedienta.
A mí también me gustan los títeres, pero siento que quien se convierte en titiritero, debe llevarlos por el camino más apuesto, por más largo que sea, y no creo que sea yo quién tenga ese tipo de respuestas a esta altura de la vida. Dejemos los hilos y la fantasía de lado por un rato y vallamos a dar una vuelta. La lluvia nos moja, pero no hay razón para escapar.

1 comentario:

Guilledios dijo...

A mí los títeres no me molestan, aunque no me convencen tampoco. Me gustan los detalles y la forma perspicaz de describir los detalles tenues y las vibraciones mínimas que acaecen en los ambientes controlados y creados por uno mismo.
Igualmente debo decir que prefiero el reto inalcanzable de la luminosidad descripta sutilmente a la simplicidad tenue del terciopelo y las nubes.
De cualquier forma, se disfruta y pese a que cueste, gusta... al fin y al cabo eso es lo que importa